jueves, 11 de mayo de 2017

EL CAPITAL de la Carlos Marx.

De izda. a der. Midiala, Rolando, Moraima, Julio, Deyanira, 
Blanca, Prof. Miguel Angel, Nieves, Yamila, Napoleón, Raisa, 
Gerardo, Hirdegal y Jorge Luis.














Mis lecturas favoritas de la niñez fueron entre otras, las obras fantásticas del gran Julio Verne y  “La Maquina del Tiempo” de H.G Wells. La de Wells particularmente me atrapaba por esa maravillosa posibilidad de viajar en el tiempo, tanto al pasado como al futuro. Dos dimensiones materialmente imposibles para los humanos, sumidos profundamente en el día a día y en el aquí y el ahora. Para muchos, el “pasado” es algo que no queremos evocar, para evitar momentos duros de nuestras existencias, el “futuro” que se va acortando y convirtiendo en el concepto de lo “incierto” a medida que vamos cumpliendo años.  Cuando iba arribando a las inevitables etapas de crecer, asumí que esa máquina del tiempo que llamamos vida, es una suerte de juego entre perdidas y recuperaciones de espacios, personas y sensaciones que van completando mi mapa. Recientemente tuve la oportunidad de montarme en el invento de Wells, gracias al mágico aquí y ahora que habito, donde cada año el planeta se vuelve una “aldea global” más pequeña, por el alcance de las redes sociales y pude reencontrarme con personas cruciales en mi vida. Personas con las que me subí al tren que me llevaría de mis tempranos once años de la niñez a la adolescencia y después a la juventud, en un contexto en el que nuestro país natal había decidido por decreto, aislarnos de nuestras familias en un sistema casi carcelario, evocando manipuladoramente al apóstol Martí, para explotarnos como mano de obra en campos de naranjas y con eso, pagar por adelantado nuestro futuro como los científicos y profesionales que construiríamos el “glorioso futuro de la Patria”. Dicho así, parecería un sino trágico a priori, pero esa etapa,  me enseñó a sobrevivir en las circunstancias más adversas, amén del conocimiento valioso que muchos profesores me legaron. Esa generación que iniciamos nuestro destino vocacional en el lejano 1983, se dispersó por Universidades e Institutos Superiores de la isla. Otros de los que vestimos ese azul en el 76, se subieron a un barco con boleto a costo de mítines de repudio, huevazos y montajes populistas de chantaje ideológico, provocados por la crisis del Mariel en 1980, el año de nuestros primeros 15 de vida. Quince años que estuvieron marcados por el miedo y la angustia del “nunca más”, el tiempo de las primeras pérdidas, pero también del despertar del amor, de las descarguitas, del primer beso y de la cabeza recostada en el hombro, bailando suavecito con un Roberto Carlos, un Julio Iglesias o un Feliciano, prohibidos en la radio, con la luz bajita. El tiempo de nuestra graduación universitaria, coincidió con otra convulsión: La Perestroika soviética. Muchos pensamos que nuestro socialismo tropical daría un timonazo hacia algo más parecido al mundo real, donde “sin perder las gloriosas conquistas que habíamos alcanzado con la construcción del hombre nuevo” transitaríamos a una economía menos planificada, más exitosa y donde “cada cual recibiera según su trabajo y según su talento”. El Capital estaba ahí. Jóvenes formados sin “la mancha del pecado original del capitalismo” de nuestros padres, en escuelas vocacionales como la nuestra: La Carlos Marx. Ubicada en una cimera vista de la Atenas de Cuba, en la que muchachos de pequeños pueblos y municipios yumurinos, teníamos las herramientas necesarias para dejar atrás el tercer mundo o al menos, subirnos al segundo. Nuestros primeros años de ejercicio de la profesión, se debatieron entre aplicar conocimientos académicos y técnicas de supervivencia cotidiana, en un llamado “Período Especial en tiempos de Paz” que fue una guerra literal contra el hambre y una batalla de ideas para delinquir sin  ir presos. En esos años nacieron muchos de nuestros hijos y nos graduamos de buenos padres y guerreros del trapiche y la calle… Y también comenzó la desbandada. El capital científico, médico, artístico y filosófico de la Carlos Marx, comenzó a irse a donde fuera. A cualquier latitud donde nuestros conocimientos redituaran el frutos de nuestro sacrificio, de nuestras noches de literas y colchonetas, de chícharos aguados, spams rusos y ampollas en las manos por chapear naranjales. Así Miami (destino natural de los cubanos), España, Canadá, México, Venezuela, Ecuador, Italia, Dinamarca, Suiza, Suecia, Angola y Australia, entre otros, se convirtieron en receptores de ese capital marxista-criollo. Uno de los grandes conceptos de la obra cumbre del teórico del socialismo, que le dio nombre a nuestra escuela, fue definir la Plusvalía como el motor que incentiva el crecimiento de la feroz economía del capitalismo, entendida como el residual entre la inversión primaria y las ganancias que se generan. Nosotros fuimos parte de esa gran inversión de Cuba, pero no nos conformamos con una plusvalía de medallas, diplomas y discursos huecos que nos instaban a trabajar por el bien de todos. Mientras más preparados estábamos, menos ganábamos y éramos menos felices. Cada logro era premiado con más sacrificio y así, ni al propio Carlos Marx le habrían salido las cuentas. Quemamos naves como Hernán Cortés y decidimos vivir lo que nos queda por vivir, a nuestra propia cuenta y riesgo. Asumiendo que el título que colgamos con orgullo en la pared, podía ser una reliquia más, algo que no nos serviría para coronar el sueño emprendido entre regadíos y cortinas rompe-vientos. Llegamos al sistema diametralmente opuesto a nuestra doctrina y ¡Oh, sorpresa…! ¡El lobo no es tan feroz como lo pintaban! Aquí, los límites te los pones tú mismo y el bloqueo está en tu mente, no en tu espacio. Aquí la información es información y tú decides si es buena o mala por lo que te aporta, pero además, comprendes que la información es PODER.  Aquí la libertad, es tu derecho a decidir por ti mismo, primero por tu bien propio, sin afectar el bien de los demás. Donde tus sueños y tu trabajo, te llevan a donde quieres llegar y tu esfuerzo e ingenio produce las recompensas que esperas. Donde conceptos malévolos como la “ambición” no son más que la traducción de tus ganas de crecer y no de una perversión por tener desmedidamente. Muchos tuvimos que hacer cosas para las que no estábamos preparados y la necesidad nos hizo tragarnos el orgullo doctoral e ingenieril, pero al menos tuvimos la esperanza de que “sí se podía” y se pudo… Y se puede. El exilio de nuestra generación, de ese capital que tanta falta le hace a la patria, está lejos de ella y en “suelo enemigo”. Hemos tenido que reinventarnos un país, un hogar, una familia, un parque y hasta una propia mata de mangos. Hemos tenido que dejar hijos atrás y privarnos de darles el beso de las buenas noches por años, para poder verlos felices después. Llevamos pasaportes ajenos y juramos defender al nuevo suelo “aún en contra” del que nos vio nacer, porque ese no nos da lo que merecemos por derecho propio. ¿Qué habrían pensado de esto en los 80’tas, nuestros instructores de los círculos de estudio de la juventud?. Somos de una isla, con la maldita circunstancia del mar por todas partes de la que hablaba Virgilio Piñera. El mar que es el elemento de Neptuno, el Dios mitológico que devora a sus propios hijos y en nuestro caso, ya ha devorado a tres generaciones. Los que nos fuimos pudimos romper por un instante ese designio. Nos reunimos libre, espontánea y mágicamente. Nos subimos en nuestra máquina del tiempo y nos volvimos a ver, a tocar, a abrazar, a reír, a asombrar, a recordar nombretes, anécdotas, pero sobre todo a preguntar por los demás, por esos que no estaban allí, en el patio y la terraza de Nieves, pero que poco a poco se van sumando a un chat de la internet, que nos acerca en espíritu, que nos da los buenos días y las buenas noches, que nos arranca una sonrisa o una lágrima, que nos da una esperanza. Todos ya pasamos la barrera de los 50 años. Canas, libras y arruguitas así lo corroboran, pero nuestras miradas, nuestros corazones y nuestro pasado común, sigue teniendo los mismos bríos de los 11 años en la Henry Reeve, el inglesito, que en realidad era americano. ¿Quizá aquello no fue una premonición de que nuestro destino sería vivir en su tierra? No lo sé. Ya sea por la tierra de Reeve o por el Capital de Marx, nos hemos unido y se respira felicidad. Los de la Carlos Marx conservamos su capital y aún podemos invertirlo en nosotros mismos. Apenas estamos viviendo la primera mitad de nuestras vidas y aunque no todo es color de rosa, al menos tiene mejor color que nuestros mejores años y que el de las fachadas de nuestros pueblos de origen. Citando a H.G. Wells con quien comencé este escrito “El tiempo es una invención humana, que transcurre a pesar de nuestros deseos, pero que no puede viajar más lejos que nuestra imaginación” Y quiero imaginarme seguir mi viaje junto a ustedes. Ahora que nos tenemos, no nos perdamos, ahora que nos recuperamos, no nos soltemos. Y termino evocando a nuestros ancestros africanos, dice Ifá: “Si quieres llegar rápido, viaja solo, pero si quieres llegar lejos ve acompañado

A mis queridos Crakc-los Marxianos del 83:

-  Julio Renato Sánchez. Colón. Licenciado en Psicología. Actualmente Behavior Analyst. Miami FL. 
- Blanca M. Avalos Cruz. Colón. Ingeniera Química. Actualmente Auxiliar Controller-GREC. Miami. 
Rolando M. Roque. Colón. Ingeniero Civil. Senior Proffesional Engeneer in Miami Dade Wather & Sewer Department. Miami 
Nieves María Marrero. Colón. Licenciada en Derecho. Actualmente Inmigration Specialist Lutheran Services Florida. Miami. 
- Deyanira Brunet Zamora. Colón. Licenciada en Informática. Actualmente Pharmacy Technician Instructor at Florida Vocational Institute. Miami.
Hirdegal del Peso Cardoso. Colón. Médico Veterinario. Actualmente Costumer Service at Publix Supermarket. Miami.
José Alberto Domínguez Rodríguez. Bolondrón. Doctor en Estomatología. Especialista en Prótesis. Master en Salud Bucal Comunitaria. Actualmente Profesor del Instituto Politécnico de Benguela. Angola.
Raisa Manuela Rivero Gutiérrez. Colón. Doctor en Estomatología. Actualmente Asistente Dental. Miami.
Osmani Villegas Sánchez. Colón. Doctor en Medicina. Especialista de Primer Grado en Coloproctología. Master en Medicina Evaluadora por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente M. Familia Cap. Ernest Lluch, Figueres. España.
Moraima García Hernandez. San José de los Ramos. Doctor en Medicina Veterinaria. Actualmente Veterinary Technician. Miami.
-Midiala Inda. San José de los Ramos. Colón. Licenciada en Educación con Especialidad en Construcción Civil. Actualmente Estilista. Miami
Napoleón Fonte. Colón. Graduado y Master en la Vida. Doctorado en alegría y buen Corazón. Actualmente Transportista de Carga Pesada. FL 
-Jorge Luis Sánchez Noya. Calimete. Licenciado en Teatrología y Dramaturgia. Actualmente Guionista de Cine y Televisión. Miami FL.

Y tantos otros donde quiera que estén…

EL NOYA
            Mayo del 2017